Prepara el florero: Lava muy bien el florero y ubícalo en un lugar fresco, alejado de corrientes de aire y donde las flores no reciban directamente la luz del sol.
Llena el florero con agua tibia y coloca adentro una moneda de cobre. Añade un poco de azúcar al agua para que las flores reciban los nutrientes que necesitan.
También puedes disolver dentro del agua una aspirina, que sirve para que no se desarrollen bacterias en los tallos.
Prepara las flores: Retira las hojas de la parte del tallo que quedará sumergida (para evitar que éstas se pudran dentro del agua) y córtale tres centímetros al tallo en diagonal. Así, las flores podrán absorber una mayor cantidad de agua. A fin de que circule suficiente aire entre las flores, trata de no poner demasiadas flores en el florero.
Cuidado frecuente: Cada dos días, cambia el agua del florero y recorta un poquito los tallos (siempre en diagonal). Saca del florero las flores que se vayan marchitando y rocía con agua las que siguen frescas. Para que las hojas se vean estupendas, puedes frotarlas con un paño mojado en leche.
No coloques tus flores cerca de las frutas. En su proceso de maduración, las frutas liberan gas etileno, ocasionando que las flores se marchiten más rápidamente.
Fuente: www.trucos-hogar.com
Muchas gracias.
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